lunes, 19 de octubre de 2015

Dating sucks.

PERDÓN. Sé que no se vale. Sé que quedamos en algo. A veces no puedo.

Te estaba escribiendo algo, pero era muy cursi, e injusto. Y luego me acordé que Bob Dylan escribió algo perfecto sólo para ti y para mi, en 1963.

La versión de Jack Johnson es mi favorita, si quieres escucharla.

De nuevo, perdón
.
No entiendo nada. No comprendo qué te impulsó a mandarme ese mensaje. No comprendo por qué es necesario que sepa que piensas en mí. 
Cuando vi tu mensaje estaba en casa de un amigo de la carrera; quiero decir que me fue indiferente ver tus palabras. Pero se me aceleró el corazón, se me revolvió el estómago y tuve que contener las lágrimas. No de felicidad, no de enojo, lágrimas de sorpresa. Porque ahí estaba yo, al fin con algo de paz mental, después de un año bastante caótico.
Un resumen: J. me dejó. A pesar de todos los ruegos, las promesas y cualquier cosa que hice, no quiso volver a ser mi novio. ¿Cómo culparlo? Intenté olvidarlo saliendo, y tampoco me fue bien. Salí con un tipo nefasto que se divertía jalándome los hilos para provocar reacciones en mí. Una vez me dijo el nombre de mi mejor amiga mientras teníamos sexo. Salí con otro tipo que quería casarse a las tres semanas de salir, y que me la hacía de pedo por no hablar durante las películas "¿qué tienes, estás enojada? algo tienes". Dating sucks.
Y cuando me rendí de salir a conocer hombres, J. volvió. No por completo, aún no quiere ser mi novio. Pero ya no huye de mí.
Y BAM! Llegas tú y me metes una cachetada que me deja desorientada y tirada en el piso. 
Me sorprende porque pensaba que sería yo la que rompería el trato. La que escribiría. Pensé hacerlo varias veces. Tengo muchos escritos que van dirigidos a ti, y que nunca mandé. En mis peores momentos hasta pensé joderte la vida y comunicarme con tu novia, para buscar algo del equilibrio que el mundo no tiene. Afortunadamente para ti, la razón me dijo que estaba enojada conmigo y que aprendiera a separar las cosas. Que aceptara que soy una culera y me comprometiera a cambiar. Que tú, eres y siempre has sido, un ente completamente separado de mi existencia. Pero no lo hice.
Ni me digas, ya sé que soy bien chida.
Hubiera sido mejor que escribieras lo cursi e injusto. Y el que uses el término <<injusto>> me provoca desagrado. Al universo no le interesa balancear las cosas, porque de ser así, tú estarías tan soltero como yo. Y si lo digo de esa forma, es para que recuperes perspectiva. Dejamos de hablar para preservar tu relación. 
Ignoro si ella conoce mi nombre, si le contaste de mi existencia o cargaste mi imagen con algún significado. Tal vez ella ha estado enterada de lo nuestro desde el inicio; y decidió callarlo por motivos que se me escapan. No sé si siguen juntos, si son felices o si la indiferencia les come la cara. 
Pero escribirnos pone en riesgo lo que sea que tengas con ella. Pone en riesgo lo que tengo yo. ¿Y para qué? Si no ofreces nada.
Hubo un tiempo donde hubiese ido a donde me dijeras, hubiese dejado a quien fuera por ti. Pero no existe tal ofrecimiento, y si existiese...-no sé. Porque pasan los años y cada vez eres más como un fantasma, de algo que no conozco. Tu imagen tiene más elementos de mi mente y mi imaginación, que lo que tiene de recuerdos en la carne. No hay aroma asociado a ti, ni estaciones vividas a tu lado.

Ya que apostamos tanto con los mensajes, estás obligado moralmente a contestar. Aunque sea solo para notificarme que vuelves a cerrar el trato del silencio. ¿A qué te refieres con esa sucesión de palabras en específico? ¿Por qué era tan necesario sacar de balance mi universo chiquito y hacerme escuchar a Jack Johnson?
Perdón si sueno enojada. Me preocupa que hayas tomado un riesgo tan grande,  para dejar un mensaje tan simple.
No entiendo nada. Y aunque quiera negarlo, también pienso en ti. Nunca saliste de mi mente.

Ahora recuerdo que alguna vez te escribí "creo que estoy enamorada de ti, todo el tiempo pienso en ti". Y me contestaste "Yo nunca pienso en ti". Entiendo que tuviste que ser muy tajante. Y a pesar de las palabras duras como piedras, mi cabeza hueca no entendió. ¿O mi corazón? Todo es muy absurdo y confuso. 

Sin reparar.

Las cosas se rompen. 
Se caen y no se reparan.
Por el tiempo, la distancia.
Las cosas se acaban. Por otras y otros.
Por la traición, por la monotonía.
Porque sí y porque no.

jueves, 20 de agosto de 2015

Dos años de para siempre.

"Forever is composed of nows"
Emily Dickinson 

Ojalá decidieras quedarte. Ojalá vieras que podemos intentar ser felices. No te puedo prometer que lo seremos, pero quiero prometer intentarlo. Todos los días. Todos nuestros ahoras.
Despues de tanto tiempo de buscar lo que tenía contigo, en alguien más, estar tan cerca de ti me desarmó.
Recuerdo estar entre tus brazos, sentir tus labios renuentes sobre los míos. Tus labios huidizos. Con ganas y sin ganas de besarme. 
Mi cuerpo temblaba como la última hoja de un árbol. La última hoja de la estación.
Dije que ya no sentía que era incapaz de querer a nadie, pero tus labios me dan electricidad. Que no siento con nadie más. 
Quiero darle la espalda a mis sentimientos y huir. También me pone triste saber que el tiempo me ayudará a lograrlo. Que nos olvidaremos como he olvidado a otros.
Pero volver a sentir tus labios me regresó a ese primer beso. Ese día todo fue incertidumbre, y ahora es la absoluta certeza de que ya no volverás. La certeza de que pudiste darle la espalda a tus sentimientos por mí.

Seamos felices, seamos eternos.
Perdóname, que sí valgo la pena.

lunes, 8 de junio de 2015

La soledad que come.

Hace no mucho tiempo, me sentía la víctima del cuento.

Llegó como todas las noches a la casa, pero sabía que había algo diferente. Se paró en la sala y se empezó a pasear de un lado a otro con pasos largos y pesados. Tenía una mirada como de loco, como a punto de estallarle la cara con las palabras que traía en la boca. Tenía cerrados los puños y me imaginaba que los estaba apretando con fuerza.

Me contó que había terminado con su novia.

Llevaban una de esas relaciones que van y vienen. Cada ciertos meses los escuchaba decir que habían tronado por alguna razón. Las razones parecían siempre buenas, coherentes. A pesar de todo volvían al lugar del que se habían ido.

Pero ésta vez era diferente. Podía verlo en sus puños apretados y sus ojos de loco.

Ella fue infiel.

Decidió confesar por qué no me correspondía en ese amor a manos llenas. Y no puedo culparlo por haber tomado la decisión de dejarme. Si alguien llegara a mí con la historia que él vivió, mi consejo hubiera sido "mándala al carajo". Y al carajo me mandó.

Ha sido difícil. Hace unos días me enfermé de la espalda, y todo ese evento me dejó un regustillo desagradable en la boca. El intentar caminar a consulta. El comprar mis medicinas sola. Tratar de acostarme y vestirme mientras el dolor me imposibilitaba. La soledad me mordió los tobillos y la cara.

En general me gusta estar sola. Me gusta tener mi casa para mí y hacer las cosas a mi manera. Pero la enfermedad me recordó que mi cuerpo tiene límites, y que en algún momento necesitaría estar con alguien para que me ayude. Y sé que basta hacer un par de llamadas para que alguien me tienda una mano auxiliadora, pero mi cabeza no quiere.

Es como si quisiera castigarme por haber sido egoísta, como si quisiera sentir el peso de mis horribles decisiones. "La cagaste, ahora te aguantas".

Tal vez necesito que primero me perdone él para poder perdonarme. Para dar el siguiente paso. Y aunque dice que ya me perdonó, veo en sus ojos que no es cierto.

Anoche me dijo que debía salir con alguien más, que eso me haría sentir mejor. Pero me da la impresión que es más de lo mismo; usar a alguien para sentirme mejor. Y quizá todas las frases motivacionales en Pinterest, y de los filósofos de Facebook, tienen la razón; quizá primero tengo que estar bien conmigo misma para poder estar con alguien. El problema es que hace mucho perdí de vista lo que eso significa. Hace mucho que soy una horrible persona egoísta y mentirosa que no quiere cambiar y que no confía en nadie. El cambio me aterra.

Me aterra sacar a la luz mi corazón con forma de bicho gigante, mi corazón con agujeros llenos de rencor, reproches y tristeza. No quiero que nadie lo vea. Porque ese es el asunto, resulta que él lo vio y no se quiso quedar, a pesar de las cosas buenas, que supuestamente tengo.

Resulta que soy la villana del cuento. Y por eso me toca quedarme sola.



lunes, 16 de marzo de 2015

El bebé que no tuvimos.



Antes de hacerme la prueba de embarazo, recuerdo estar sentada contigo en mi cama. Te dije que estaba triste por la situación en la que estaba. ¿Cuál era esa situación? La posibilidad de estar embarazada. Pero no por el dinero, la juventud o las dudas sobre mi capacidad de ser madre. Lo que me ponía triste, era que estaba en esa situación contigo.
Contigo, que no contestas los mensajes importantes. Contigo, que te pregunto qué piensas y no sabes qué responder. Contigo, que me dejaste a pesar de que te pedía fueras el amor de mi vida. Y sí creía que lo eras. Contigo, que eres tan egoísta que me dejabas plantada por cualquier cosa.
Y recuerdo pedirte que me dijeras qué pensabas. Quería saberlo antes de hacerme la prueba, porque una vez que supiera con certeza si estaba embarazada, lo que dijeras iba a tener un matiz distinto de veracidad. Si resultaba estarlo, no quería que cambiaras de opinión, cualquiera que fuese.
No dijiste nada.
Me dijiste que sabías que no quería estar en esa situación. Pero yo no te preguntaba por eso. Te preguntaba “¿Tú qué piensas si estoy embarazada? ¿Qué va a pasar si resulta que tendré un hijo tuyo? ¿Qué piensas de que no te quiera en su vida o en la mía?”.
¿Cómo interpretarías ese silencio?
Yo te voy a decir cómo lo interpreté: Como si no te importara. Que es peor que si me hubieras dicho “Vale, quédate sola porque yo ya tengo un hijo y no puedo más”.
Y tampoco me dijiste nada cuando te informé que los resultados fueron negativos.
Nada.
Creo que hay momentos que demandan que se digan ciertas cosas. Hay momentos donde un “no sé”, equivale a un “no me importa”. Y el momento donde tu ex novia te dice que tal vez esté embarazada de ti, es importante. Importante para decir algo.
Hoy recibí tu llamada y escuchar la frase “quería decirte algo” hizo que mi estómago diera una vuelta y que mi corazón se pusiera a correr. Sentí terror de lo que pudieras decir, porque aún dudo de mi voluntad. Pero solo me informaste de tus progresos laborales. No sé por qué me sigues contando cosas. 
Estaba tan contenta, sentía que daba pasos lejos de ti. Pero escucharte, actuando como si fuese importante en tu vida, hacen que sienta nauseas. Que sienta tristeza.
¿Por qué haces lo que haces? La incógnita más grande de nuestra relación se quedó sin resolver, sigue siendo la misma. ¿Qué quieres de mí?


sábado, 7 de febrero de 2015

Del primer día de un rompimiento.



Había dicho que estaba contenta, y me pareció extraño estarlo. Estando en ese momento de sentimientos apacibles me pregunté si la tristeza no llegaría a mí más tarde. Y es que soy bastante lenta para que reaccionen mis sentimientos. Cuando murió mi abuela lloré a moco tendido hasta una semana después.
Y sí. Hoy por fin me llegaron olas de tristeza. Desperté antes del amanecer sintiéndome descansada y eso fue una sorpresa. No supe qué hora era porque no vi el celular, por la ventana vi ese particular azul de un cielo de madrugada y lo vi transformarse al cielo del amanecer. No quise levantarme.
Estuve en la cama leyendo durante una hora. Después de eso hice la misma rutina: tendí mi cama y bajé, desayuné una fruta, tomé agua y prendí la lavadora. Me entretuve en los quehaceres de la casa, y haciendo ejercicio. Después hice sopa de verduras para comer.
Cuando estaba sentada frente a mi tazón de sopa de verduras, se me antojó algo más. “Algo como carne”, pensé. Y recordé que la mayoría de los sábados comía pollo asado.
J. llegaba a la casa y nos íbamos juntos a comprar pollo. Nos llevábamos a las perritas a pasear. Yo cargaba con bolsas de plástico –para recoger posible mierda de perro- y él conducía la correa; caminábamos diez cuadras al local de “Pollos 2000”. Las gordas y yo lo esperábamos en una de esas plazas pelonas de barrio, donde hay hierbajos y botellas quebradas.
De regreso él cargaba con el pollo y yo con las gordas. Al llegar a la casa, ellas corrían por agua y a echarse al sol. Nos lavábamos, poníamos la mesa y hacíamos agua de sabor. Luego me daba la pechuga sin cuello y comíamos. Me hacía caras porque le daba pedazos de pollo a Coco, el gato gordo. Me gustaba decirle a J. que comía como cavernícola por dejar pelones los huesos, hasta quitaba de mi plato los pellejos y  huesos con carne para dejarlos limpios.
El primer fin de semana que vino a mi casa, compramos pollo asado. Llegó a desayunar chilaquiles (muy mal cocinados) y  estuvimos platicando, viendo películas y  fumando. Luego nos entró hambre y no quise cocinar. Hace dos años de eso.
Y hoy, estando frente a mi insípida comida (tengo que usar sal), me puse a llorar.  Me duele que no me ame ¿Qué chingados tengo de malo?, pero lo que más me duele es que ya no vamos a ser amigos. Que esas cosas triviales que hicimos de rutina, ya no van a ser.

miércoles, 21 de enero de 2015

Insomnio.

El tiempo nos come, nos persigue.
He sentido mucho cansancio sobre mi cuerpo. Al acostarme en mi cama, siento que mis párpados están hechos de cemento, que se cierran solos. Pero mi mente no se detiene, y no puedo dormir, aunque me pesen los ojos y me duela la cabeza.
El insomnio tiene agujeros profundos, llenos de desesperación, pestilencia y dolor. Sus garras son largas, muy largas. Me atrapan y me dejan caer sobre una cama en la que no consigo dormir. Mi mente recorre el mismo camino, ese camino tan familiar de la tristeza. Sé lo que voy a encontrar, y no consigo cerrarme ante ello; cada vez me fortalezco más contra la visión de su cara, de sus asquerosas manos.
Cuando logro dormir caigo en una red de pesadillas. Son vívidas y el furioso latir de mi corazón no las detiene, y tampoco los gritos.
Me pregunto si de este lado emito algún sonido. Si grito mientras duermo.
Quisiera no soñar, que mi cabeza se quede en siencio.
El tiempo me sigue comiendo y no puedo dormir.

martes, 20 de enero de 2015

En sueños

Fui a la casa de sus padres una noche. Todas las casas vecinas rebosaban de opulencia. Eran grandes, con hermosos jardines, ventanas relucientes y puertas grandes.
Había algo diferente en la casa de sus padres. Estaba protegida por un negro portón y una fuerte reja. Me paré frente al portón y busqué el timbre. No logré encontrarlo y esperé ahí parada.
Después de un rato salió a verme, pero no me invitó a pasar. Caminamos un rato por calles amplias, bajo la amarillenta luz de las faroles, era una noche despejada. Me sentía desesperada, anhelante.
Se acercó hacia mí y me tomó de las muñecas, me empujó hacia la pared. Quería liberarme, no entendía por qué hacía eso. Había unos bultos pequeños y oscuros en la esquina de la pared, pensé que era ropa que alguien había abandonado ahí. Me moví hacia atrás tratando de liberarme y sentí garras y dientes enterrarse en mi tobillo. Lo sacudí con fuerza y gritaba de miedo y dolor.
No me ayudó. Sólo observaba.