lunes, 8 de junio de 2015

La soledad que come.

Hace no mucho tiempo, me sentía la víctima del cuento.

Llegó como todas las noches a la casa, pero sabía que había algo diferente. Se paró en la sala y se empezó a pasear de un lado a otro con pasos largos y pesados. Tenía una mirada como de loco, como a punto de estallarle la cara con las palabras que traía en la boca. Tenía cerrados los puños y me imaginaba que los estaba apretando con fuerza.

Me contó que había terminado con su novia.

Llevaban una de esas relaciones que van y vienen. Cada ciertos meses los escuchaba decir que habían tronado por alguna razón. Las razones parecían siempre buenas, coherentes. A pesar de todo volvían al lugar del que se habían ido.

Pero ésta vez era diferente. Podía verlo en sus puños apretados y sus ojos de loco.

Ella fue infiel.

Decidió confesar por qué no me correspondía en ese amor a manos llenas. Y no puedo culparlo por haber tomado la decisión de dejarme. Si alguien llegara a mí con la historia que él vivió, mi consejo hubiera sido "mándala al carajo". Y al carajo me mandó.

Ha sido difícil. Hace unos días me enfermé de la espalda, y todo ese evento me dejó un regustillo desagradable en la boca. El intentar caminar a consulta. El comprar mis medicinas sola. Tratar de acostarme y vestirme mientras el dolor me imposibilitaba. La soledad me mordió los tobillos y la cara.

En general me gusta estar sola. Me gusta tener mi casa para mí y hacer las cosas a mi manera. Pero la enfermedad me recordó que mi cuerpo tiene límites, y que en algún momento necesitaría estar con alguien para que me ayude. Y sé que basta hacer un par de llamadas para que alguien me tienda una mano auxiliadora, pero mi cabeza no quiere.

Es como si quisiera castigarme por haber sido egoísta, como si quisiera sentir el peso de mis horribles decisiones. "La cagaste, ahora te aguantas".

Tal vez necesito que primero me perdone él para poder perdonarme. Para dar el siguiente paso. Y aunque dice que ya me perdonó, veo en sus ojos que no es cierto.

Anoche me dijo que debía salir con alguien más, que eso me haría sentir mejor. Pero me da la impresión que es más de lo mismo; usar a alguien para sentirme mejor. Y quizá todas las frases motivacionales en Pinterest, y de los filósofos de Facebook, tienen la razón; quizá primero tengo que estar bien conmigo misma para poder estar con alguien. El problema es que hace mucho perdí de vista lo que eso significa. Hace mucho que soy una horrible persona egoísta y mentirosa que no quiere cambiar y que no confía en nadie. El cambio me aterra.

Me aterra sacar a la luz mi corazón con forma de bicho gigante, mi corazón con agujeros llenos de rencor, reproches y tristeza. No quiero que nadie lo vea. Porque ese es el asunto, resulta que él lo vio y no se quiso quedar, a pesar de las cosas buenas, que supuestamente tengo.

Resulta que soy la villana del cuento. Y por eso me toca quedarme sola.



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