miércoles, 21 de enero de 2015

Insomnio.

El tiempo nos come, nos persigue.
He sentido mucho cansancio sobre mi cuerpo. Al acostarme en mi cama, siento que mis párpados están hechos de cemento, que se cierran solos. Pero mi mente no se detiene, y no puedo dormir, aunque me pesen los ojos y me duela la cabeza.
El insomnio tiene agujeros profundos, llenos de desesperación, pestilencia y dolor. Sus garras son largas, muy largas. Me atrapan y me dejan caer sobre una cama en la que no consigo dormir. Mi mente recorre el mismo camino, ese camino tan familiar de la tristeza. Sé lo que voy a encontrar, y no consigo cerrarme ante ello; cada vez me fortalezco más contra la visión de su cara, de sus asquerosas manos.
Cuando logro dormir caigo en una red de pesadillas. Son vívidas y el furioso latir de mi corazón no las detiene, y tampoco los gritos.
Me pregunto si de este lado emito algún sonido. Si grito mientras duermo.
Quisiera no soñar, que mi cabeza se quede en siencio.
El tiempo me sigue comiendo y no puedo dormir.

martes, 20 de enero de 2015

En sueños

Fui a la casa de sus padres una noche. Todas las casas vecinas rebosaban de opulencia. Eran grandes, con hermosos jardines, ventanas relucientes y puertas grandes.
Había algo diferente en la casa de sus padres. Estaba protegida por un negro portón y una fuerte reja. Me paré frente al portón y busqué el timbre. No logré encontrarlo y esperé ahí parada.
Después de un rato salió a verme, pero no me invitó a pasar. Caminamos un rato por calles amplias, bajo la amarillenta luz de las faroles, era una noche despejada. Me sentía desesperada, anhelante.
Se acercó hacia mí y me tomó de las muñecas, me empujó hacia la pared. Quería liberarme, no entendía por qué hacía eso. Había unos bultos pequeños y oscuros en la esquina de la pared, pensé que era ropa que alguien había abandonado ahí. Me moví hacia atrás tratando de liberarme y sentí garras y dientes enterrarse en mi tobillo. Lo sacudí con fuerza y gritaba de miedo y dolor.
No me ayudó. Sólo observaba.