lunes, 13 de octubre de 2014

El amor y Platón.

Usé mucho tiempo en espiar a tu vida, a través de los ojos de tu novia. Es increíble lo mucho que damos de nosotros en las fotografías.
Podría emitir un juicio muy duro, basada en lo que vi. Pero no tengo ganas.
No me gusta juzgar a las personas, porque tampoco quiero que me juzguen. Finalmente, las cosas son como son, y a veces me convences de que pueden ser diferentes. Sé que no van a serlo.
Estás allá y yo acá. Incluso deseo irme más lejos. Entre más kilómetros haya entre nosotros, todo será mejor. O no. Quizá todo será igual, y la distancia hará que caiga el peso de la realidad sobre nosotros, sobre mí: aún pienso demasiado en ti, porque aún estoy enamorada de ti.
Sé que no es cierto.
Hace mucho que vi objetivamente lo que siento por ti. Me di cuenta de que no es de ti de quien estoy enamorada. Es de la idea de ti. Por eso podría quedarme muy tranquila si decides no hablarme. Porque no me harás falta.

Había pasado mucho tiempo desde la última vez que hablamos. Y me diste días seguidos de tu atención. Luego nada.
Te regalas a mí, a cuentagotas. Por eso tengo sed siempre de ti. En mi estómago se instaló el anhelo de tus palabras, de tus atenciones. De obtener algo más que el fruto de mi imaginación.


Idea de ti ¿Qué harás cuando me vaya lejos?
¿Qué harás si decido colgarme en un frío bosque, mientras el atardecer se escurre por los pinos en la lluvia?

sábado, 4 de octubre de 2014

Cortes.

Sobre el hombro traía colgada una bolsa de mensajero. Era la café deshilachada que tanto me gusta. Desabroché el botón del frente y metí la mano buscando mi cartera. La encontré y la abrí.
Ya había notado que el espejo que venía dentro de ella se salía de lugar. Usé la punta de los dedos para empujarlo fuera de la cartera. Medía pocos centímetros y sentía sus afiladas orillas.
Sostuve el espejo con mi mano derecha, entre el pulgar y el dedo índice. Le di un par de vueltas y luego comencé a presionar la orilla sobre mis dedos.Sentía que la hoja iba abriendo la piel. El ardor me punzaba levemente, pero no fui consciente del daño que me hacía.
Sentí húmeda la punta de los dedos y puse mi vista sobre la mano. Había varios cortes en dos de mis dedos. Eran muy poco profundos; me di cuenta porque apenas y sangraba. Únicamente había un corte que seguía goteando mi sangre medio descolorida.
La vista y el ardor me concentraron. Tomé el espejo y seguí cortando las yemas de mis dedos. Me daban escalofríos sentir el filo deslizarse por mi piel. Romper mi piel. Sangrar mi piel.
Alguien me vio y gritó algo.
Solté el espejo y me vi las manos. Estaban llenas de sangre. Podía ver las líneas rojas cruzando mis dedos. Me dije a mi misma que me habían desesperado y por eso lo hice.

Desperté con dolor en los dedos índices. Había estado clavando las uñas de ambos pulgares en ellos.

Por eso el sueño del espejo.