viernes, 12 de enero de 2024

 

“No hay recuerdo que el tiempo no borre, ni pena que la muerte no acabe”. Miguel de Cervantes

¿Cuánto tiempo transcurre en ocho años? No se trata solo de dos mil novecientos veinte días, aunque la aritmética lo indique. En ese tiempo, alguien puede completar una carrera de medicina, o estudiar dos veces la carrera de arquitectura. Un niño de ocho años ya asiste a la escuela; ha aprendido a escribir, leer y resolver problemas matemáticos. Tenía ocho años cuando empecé a sufrir A.S.. Ese tiempo se expande indefinidamente. Mancha todo lo que toca, y tiene la facilidad de llegar hasta los lugares más escondidos. La mancha negra, siniestra y viscosa, se arrastraba con una determinación implacable, como una sombra viviente en busca de su propio destino. Cada vez que tocaba la superficie, dejaba tras de sí un rastro enigmático, como si estuviera dejando una marca en el tejido del mundo. Su presencia, inquietante y omnipresente, generaba una sensación de intriga y desasosiego cuando yo la observaba. Entendía perfectamente de dónde venía, y estaba segura de que si seguía su rastro, me encontraría a solas con el esposo de mi mamá, en ese momento de coerción; su huella oscura y retorcida revelaba un camino sinuoso de podredumbre y suciedad. E instintivamente entendía que no habría manera de borrar su marca.

Ocho años pueden contener un mundo de logros y desarrollo, mucho más allá de la simple cuenta de días. Sin embargo, a pesar de todas las transformaciones que ocurren en ese tiempo, algunas cosas, como el color de la pintura en una casa, permanecen aparentemente inalteradas. Un muro blanco parece seguir siendo blanco.

"Gracias a lo que has vivido, es que hoy eres quien eres". ¿Y eso qué consuelo ofrece? Ninguno, mi psiquiatra en eso tuvo razón. Y además, lo que quiero es dejar de ser yo. Quisiera tener un botón para olvidar. O quisiera poder elegir el camino que he recorrido, que el rastro de la mancha no hubiese impregnado todo.

Actualmente estoy en tratamiento para la depresión. Dejé de estar parada al extremo de las líneas. No todo es negro o blanco, es gris. Gris como una mañana de invierno, en la que el frío me agarra de los huesos, se va conmigo a cualquier habitación; y lo único que quiero es dormir bajo las cobijas. En los suaves matices del cielo gris, también encontré una calma inesperada. Estaba acostumbrada a un mundo sin espacio para algo más que emociones limitadas: tristeza, ira, breves momentos de euforia. Pero contenido dentro de tantos matices del gris, he encontrado belleza: como una suave lluvia cayendo fuera de la tranquilidad de mi casa, mientras observo por mi ventana las casas de mis vecinos y el cielo nublado. Ha sido un viaje largo, confuso. He recorrido una y otra vez las mismas calles manchadas, y los mismos edificios ruinosos de mi mente. También descubrí nuevos lugares, gracias a la guía de mi terapeuta y mi red de apoyo. 

Desde antes ya me costaba interesarme en pasatiempos. Había muy poco o nulo placer en las cosas nuevas que intento, o los placeres que revisito.

Una vez compré un cuaderno para el doctor, mi ex novio. Me dijo que no usaba cuadernos, y preferí guardarlo en un cajón. En ese momento sentí que estaba rechazando mi regalo porque no le había gustado, o porque no me quería. Tal vez, de verdad no usaba cuadernos. Ahora ya no estamos juntos, y ese cuaderno se ha convertido en una herramienta de trabajo, y de organización personal. Me dio libertad de perseguir mis colores favoritos, dibujitos, estampitas. Nunca me he sentido libre de expresar ese lado alegre de mí. Temía que se conociera ese lado de mi personalidad.

No quería mostrarme vulnerable, ni feliz. Pensaba que si mantenía la tristeza y el enojo como base de mis emociones, cuando sucedieran cosas que me pusieran triste o enojada, iban a lastimarme menos. Y tal vez al liberarme de una parte de la carga del secreto de mi A.S., me he permitido algo de libertad en ese lado colorido.

Como parte de la terapia, se nos invita a dialogar con nuestro niño interior. En la carta que le leí a mi mamá, le prometí a esa niña decirle a su mamá lo que estaba pasando con su esposo. No le he dicho lo siguiente a esa niña: eres fuerte, valiosa, y mereces amor, y respeto. Estoy aquí para apoyarte a cada paso del camino. Parece largo y cubierto de sombras, prometo no soltar tu mano. Recuerda tus dones y talentos únicos. Permítete brillar y expresar quién eres realmente. Siempre estaré aquí para alentarte, celebrar tus logros, y a ayudarte a superar tus miedos. Eres digna de amor incondicional, incluido el propio. Confía en ti misma, y sé valiente. Tienes un mundo de posibilidades delante tuyo. 

Todo va a estar bien.

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